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‘Tenemos que oponernos a Rusia’: los ucranianos encuentran una causa común

A LO LARGO DEL RÍO DNIÉPER, Ucrania — Viktor Berkut, vestido de camuflaje de pies a cabeza, estaba pescando en la extensión helada de un río marmóreo. Su historia es la de un hombre común, nacido en la Unión Soviética, y tiene la biografía correspondiente. Se unió al Ejército Rojo en 1970 y pasó tres décadas construyendo sistemas de cohetes y defensa aérea dirigidos contra los enemigos ideológicos de Moscú en Occidente.

Pero el enemigo ha cambiado, y por eso Berkut culpa al presidente ruso Vladimir Putin. Mientras unos 130.000 soldados rusos amenazan a su Ucrania natal, el jubilado de 71 años dice que cualquier conexión que haya sentido con Rusia se ha desvanecido: Ucrania debería unirse a la OTAN, dijo, y oponer una resistencia sangrienta si Putin ordena un ataque.

“Nunca pensé así”, dijo Berkut con tristeza, mientras lanzaba un señuelo por un agujero en el hielo del río Dniéper, cerca de la ciudad de Cherkasy. “Viví bien en la Unión Soviética. Pero ahora he comenzado a entender”.

“Tenemos que oponernos a Rusia”, agregó. “No hemos elegido el camino ruso, sino el europeo”.

Sus sentimientos muestran el cambio profundo que los ucranianos han experimentado durante los ocho años que han transcurrido desde que Rusia invadió y arrebató algunas regiones de su país por primera vez. Un pueblo dividido durante mucho tiempo por profundas disputas sobre qué idioma hablar, qué iglesia seguir y qué héroes históricos reverenciar ha comenzado a unirse con un propósito común frente a un enemigo amenazante.

Putin ha dejado claro que ve a los ucranianos y rusos como “un solo pueblo”, dividido por fuerzas occidentales malignas, una injusticia histórica que dice que está decidido a arreglar. Esto ha hecho que muchos ucranianos decidan tomar acciones separatistas, a veces dramáticas. Las personas que crecieron en hogares de habla rusa ahora solo hablan ucraniano y, en algunos casos, se han negado a enseñar el idioma de sus padres a sus hijos.

En todo el país, las estatuas de Lenin y los emblemas de la hoz y el martillo del pasado soviético han sido derribados y remplazados por monumentos a los ucranianos asesinados en un levantamiento de 2014 que expulsó a un gobierno respaldado por Moscú en Kiev. Después de cuatro siglos de sumisión a los patriarcas de Moscú, la Iglesia ortodoxa de Ucrania se separó formalmente de la Iglesia rusa en 2019.

El paseo marítimo del río Dniéper en Kherson, Ucrania. Los ucranianos, que durante mucho tiempo estuvieron divididos por disputas sobre el idioma y la religión, ahora se unen frente a un enemigo amenazante.

Un monumento en Cherkasy. El presidente de Rusia, Vladimir Putin, ha dicho que ve a los ucranianos y rusos como “un solo pueblo”.

Rusia sigue siendo una fuerza política y cultural dominante en Ucrania: sus raperos y estrellas de Tik Tok son populares incluso entre los jóvenes que, cada vez más, tienen referencias culturales de Occidente. En las provincias orientales de Donetsk y Luhansk, donde Ucrania lucha contra los separatistas respaldados por Rusia, muchos ucranianos todavía sienten una fuerte afinidad con los rusos que viven al otro lado de la frontera. Y en toda Ucrania sigue sin resolverse un estridente juicio público sobre el lugar de Rusia en el pasado del país y su futuro.

En medio de las advertencias de Occidente sobre la posibilidad de que Rusia pueda atacar cualquier día, el fotógrafo Brendan Hoffman y yo emprendimos un viaje para explorar lo que significa ser ucraniano en este momento de peligro nacional. Durante 900 kilómetros, seguimos el curso del Dniéper, un río en forma de hoz que se extiende a lo largo de Ucrania y separa físicamente las regiones occidentales del país de las tierras del este, que durante mucho tiempo fueron consideradas como las más susceptibles a la influencia de Moscú.

Al viajar a lo largo del río, esas divisiones no desaparecen por completo, pero son menos visibles y, en muchos sentidos, están eclipsadas por una lucha común.

Kiev: los cambios en la identidad

Comenzamos nuestro viaje en la capital de Ucrania, Kiev, donde el río Dniéper fluye más allá de las cúpulas doradas de un monasterio del siglo XI y de una estatua de acero, de 60 metros, que representa a una mujer sosteniendo una espada y un escudo para conmemorar la victoria soviética en la Segunda Guerra Mundial.

Understand Russia’s Relationship With the West

The tension between the regions is growing and Russian President Vladimir Putin is increasingly willing to take geopolitical risks and assert his demands.

  • Competing for Influence: For months, the threat of confrontation has been growing in a stretch of Europe from the Baltic Sea to the Black Sea.
  •  Threat of Invasion: As the Russian military builds its presence near Ukraine, Western nations are seeking to avert a worsening of the situation.
  • Energy Politics: Europe is a huge customer of Russia’s fossil fuels. The rising tensions in Ukraine are driving fears of a midwinter cutoff.
  • Migrant Crisis: As people gathered on the eastern border of the European Union, Russia’s uneasy alliance with Belarus triggered additional friction.
  • Militarizing Society: With a “youth army” and initiatives promoting patriotism, the Russian government is pushing the idea that a fight might be coming.

Pero el monumento más venerado de Kiev es de una época mucho más reciente. En la cima de una colina, a poca distancia de la Plaza de la Independencia (también conocida como Maidan) se encuentran los Cien celestiales, un pequeño monumento de acero negro y placas de granito grabadas con los rostros espectrales de los manifestantes que en 2014 fueron asesinados a tiros durante un levantamiento que los ucranianos conocen como la Revolución de la Dignidad.

La revuelta hizo que Putin, preocupado porque Ucrania se estaba moviendo irrevocablemente hacia Occidente, ordenara la anexión de Crimea e instigara una guerra separatista en el este de Ucrania.

Una mujer presenta sus respetos en un monumento en memoria de los muertos de las protestas de 2014 que derrocaron al expresidente Viktor Yanukovych en Kiev.
El monumento está formado por placas de granito grabadas con los rostros de los manifestantes, conocidos como los Cien celestiales, que fueron asesinados a tiros durante las protestas de 2014.

También cambió la forma en que muchos ucranianos se ven a sí mismos. En una encuesta realizada en 2001, solo alrededor de la mitad del país apoyó la declaración de independencia de Ucrania de la Unión Soviética una década antes. Una encuesta de 2021 encontró que ese número había aumentado al 80 por ciento, y casi la mitad del país estaba a favor de entrar a la OTAN.

“Ucrania como nación nació en Maidan, en 2014”, dijo Yevhen Hlibovytsky, profesor y encuestador de opinión pública en Kiev. “Ese es el punto en el que el conflicto se volvió insoportable para Putin”.

Para muchos ucranianos, el monumento se ha convertido en un lugar de peregrinaje. Los padres de quienes murieron lo visitan en los cumpleaños de sus hijos y los políticos acuden a tomarse fotografías.

Se pueden encontrar monumentos similares en casi todas las ciudades y pueblos. Pero Kiev es donde murieron, muchos a la vista del monumento que ahora los recuerda.

Cherkasy: debate sobre la primacía del lenguaje

A unas tres horas río abajo desde Kiev se encuentra la ciudad de Cherkasy, salpicada de monumentos a los veteranos de un siglo de guerra. En el museo regional, en una exposición sobre el levantamiento de 2014, hay una fotografía de un fotógrafo local llamado Garry Efimov, con el pelo mojado de sangre después de un enfrentamiento con la policía antidisturbios.

La experiencia fue tan traumática, dijo Efimov, que dejó de hablar su ruso nativo y ahora solo habla en ucraniano.

“En realidad, es difícil porque siempre lees libros y literatura rusa: Bulgakov, Tolstói, Dostoyevski”, dijo en una entrevista en su estudio art nouveau. “Pero lo logré, y ahora se me dificulta más hablar en ruso que en ucraniano”.

Aunque la mayoría de los ucranianos hablan o al menos entienden tanto el ruso como el ucraniano, los debates sobre la primacía de los idiomas se encuentran entre los más polémicos dentro de Ucrania, y también entre ambos países. El año pasado entró en vigor una nueva ley que obliga a cualquier persona que trabaje en el servicio de atención al cliente, ya sean camareros o cajeros de banco, a iniciar cualquier interacción en ucraniano.

También existen cuotas estrictas sobre la cantidad de programación en ruso permitida en la televisión y la radio ucranianas.

Un monumento a las personas muertas durante las protestas de Maidan y la guerra en el este de Cherkasy.
Aleksandr Yaryomenko y Natalia Polishchuk son dueños de una tienda en Cherkasy que vende camisas bordadas tradicionales ucranianas llamadas vyshyvanky.

Putin ha descrito los esfuerzos para limitar el ruso en Ucrania como “genocidio” y justifica la anexión de Crimea al afirmar la necesidad de proteger a los rusoparlantes que viven ahí.

Aunque hay partidarios de línea dura en ambos bandos, muchos más son como Natalia Polishchuk y Aleksandr Yaryomenko, dueños de una tienda en Cherkasy que vende camisas bordadas tradicionales ucranianas llamadas vyshyvanky.

“En la tienda hablamos ucraniano, pero entre nosotros hablamos ruso”, dijo Polishchuk, de 51 años. “Vivíamos en la Unión Soviética, y ya llegamos a cierta edad, ¿entiendes?”.

Pero eso no significa que sean menos patriotas, dijo Yaryomenko, de 60 años.

“Si alguien llega a tu cocina y comienza a freír chuletas, ellos tomaron Crimea y un trozo de Donbas, ¿qué harías, darles palmaditas en la cabeza?”, dijo. “Tenemos que apoyar a nuestra patria, nuestra Ucrania”.

Dnipro: no más ventas de acero a Rusia

Incluso lejos del frente, es difícil evitar los recuerdos de la guerra. En Dnipro, una ciudad de un millón de habitantes ubicada cinco horas río abajo, una plaza entera se ha convertido en un diorama de tamaño natural. Cuenta con vehículos blindados de transporte de personal, una torreta de tanque y otros artefactos de una feroz batalla sucedida en el este donde un puñado de soldados ucranianos, conocidos como los Cyborgs, resistieron el asedio de los separatistas respaldados por Rusia que terminó a principios de 2015 después de 242 días.

Cerca de allí, en un hospital para veteranos, Aleksandr Segeda, un sargento retirado que nació en Rusia pero luchó contra los separatistas en el este, no necesita que le recuerden la guerra.

“Saludabas a alguien por la mañana, y para el almuerzo escuchabas que ya no estaba vivo, que tenía 22 años, una esposa embarazada y un niño pequeño”, dijo Segeda, mientras se sumía en sus recuerdos. “Olvidar eso es imposible. Y tampoco se puede perdonar”.

El Hospital Dnipropetrovsk para Veteranos, en Dnipro.
Interpipe Steel, que antes enviaba ruedas para vagones de ferrocarril a Rusia, ya no exporta a ese país.

Otros tratan de mirar hacia el futuro, aunque se avecina la amenaza de una nueva guerra.

Los lazos económicos entre Ucrania y Rusia alguna vez fueron tan fuertes que cuando se inauguró una planta siderúrgica de última generación al otro lado del río en 2012, Valery Gergiev, director del Teatro Mariinsky de San Petersburgo y amigo cercano de Putin, dio un concierto para conmemorar la ocasión.

En los dos años previos al estallido de la guerra, Rusia representó casi la mitad de las ventas de ruedas para vagones de ferrocarril de la fábrica y casi una cuarta parte de sus ventas de tuberías de acero. Ahora la fábrica, Interpipe Steel, no le vende nada a Rusia.

Interpipe se vio obligada a realizar inversiones enormes para aumentar la calidad de sus productos y así cumplir con los estándares más altos de exportación a Europa y América del Norte, incluso cuando algunos de sus empleados se fueron para unirse a la lucha en el este, dijo su portavoz, Svetlana Manko. Las ventas aún no han alcanzado los niveles anteriores a la guerra, pero están aumentando constantemente, dijo.

“Creo que este trauma ha hecho que todas las empresas ucranianas busquen formas de desarrollarse”, dijo.

Zaporizhia: revivir las artes marciales cosacas

Un viaje corto hacia al sur nos lleva, a través de campos de girasoles de color marrón, hasta Zaporizhia, el corazón de lo que una vez fue un asentamiento independiente de cosacos.

En un gimnasio ubicado en las afueras industriales de la ciudad, un grupo de niños y niñas vestidos con holgados pantalones cosacos de color rojo practicaban esquivando sablazos y golpes al cuerpo, mientras un niño perfeccionaba su técnica con un látigo. Estaban aprendiendo una forma ucraniana de artes marciales llamada “spas”, una tradición que había caído en desgracia durante la era soviética, según explicó su maestro, Yaroslav Pavlenko. En los años transcurridos desde que comenzó la guerra, dijo, ha habido un esfuerzo concertado para revivirla.

Estudiantes en Zaporizhia entrenando en habilidades tradicionales de lucha cosaca.
La forma de lucha de los cosacos ha experimentado un renacimiento en los últimos años.

“Ahora que se está cometiendo una agresión abierta contra Ucrania, la mentalidad de la gente está cambiando”, dijo Yaroslav, y agregó que “el patriotismo es bienvenido”.

Mientras aprenden a pelear, dijo la esposa de Pavlenko, Oksana, los niños están protegidos de las noticias sobre la acumulación de tropas rusas. Ella misma evita las noticias cuando puede.

“La última vez que vi las noticias tenía dos deseos”, dijo. “Lo primero fue salir corriendo a la tienda y comprar provisiones de trigo sarraceno y azúcar. Y la segunda fue agarrar todos mis documentos y salir del país”.

“Por supuesto, no estoy preparada para hacer eso”, agregó.

Jersón: independencia de la iglesia ucraniana

Estaba oscuro cuando llegamos a Jersón, la última gran ciudad a lo largo del Dniéper antes de que desembocara en el Mar Negro. Pero la fachada amarilla de la Catedral de la Dormición estaba brillantemente iluminada y los sonidos de un coro resonaban desde adentro.

En el interior, una troika de sacerdotes con mantos color caléndula entonaba oraciones en un profundo tono de barítono.

En 2019, la iglesia ortodoxa ucraniana obtuvo la independencia después de 400 años de subordinación al patriarca de Moscú.

La Catedral de la Dormición después de un servicio religioso el domingo.
Jersón es la última gran ciudad a lo largo del Dniéper antes de desembocar en el Mar Negro.

Para muchos ucranianos fue otra victoria en el intento de separarse por completo de la influencia de Moscú. Las parroquias de Ucrania se apresuraron a cambiar sus lealtades, aunque no todas.

La Catedral de la Dormición en Jersón sigue siendo leal a Moscú, y algunos de sus feligreses ven a Rusia como una fuerza más benigna que muchos de sus compatriotas.

“Durante toda nuestra existencia, las fuerzas oscuras han estado tratando de dividirnos”, dijo Lyudmila Ivanovna, quien solo dio su nombre y patronímico.

Simpatizaba con la intervención de Rusia en el este de Ucrania, que dijo que históricamente había sido una de las regiones más ricas del Imperio ruso. ¿Por qué tendría que hablar un nuevo idioma o ir a una nueva iglesia?, preguntó, “si todos fuimos enviados aquí por el mismo Dios”.

Cuando nos despedimos después del servicio vespertino, me aseguró que no tenía nada en contra de los ucranianos del oeste, que podrían tener puntos de vista diferentes.

“Mi esposo es del oeste de Ucrania”, dijo. “Es cierto, nos divorciamos, pero eso no importa”.

Michael Schwirtz es reportero de investigación de la sección Internacional. Trabaja para el Times desde 2006, cubrió anteriormente los países de la antigua Unión Soviética desde Moscú y fue uno de los reporteros principales de un equipo que ganó el Premio Pulitzer en 2020 por sus artículos sobre las operaciones de inteligencia rusas. @mschwirtz • Facebook


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